sábado, 12 de abril de 2008


Bután es un pequeño reino budista, rodeado de titanes: está en medio de la cordillera con las montañas más altas del mundo, los Himalayas. Sus vecinos, son nada más y nada menos que los dos “monstruos” económicos del continente asiático: China Continental e India. Hasta este año, su forma de gobierno era una monarquía absoluta presidida por Namgyel Wangchuck, heredero del célebre ex - monarca Jigme Singye Wanchuck, quién reformó las políticas de desarrollo del pequeño reino trans – himalayo entre los setentas y principios del dos mil, período de su gobierno monárquico. Sin embargo, durante el verano actual, en marzo, Bután celebró sus primeras elecciones democráticas para elegir a su parlamento. Ahora su forma de gobierno es una monarquía constitucional, con miras a crear un escenario sólido para la irrupción de la nación en el panorama globalizador. Algo curioso es que el principal impulsor para que se dieran estas elecciones, fue el rey gobernante, ante la renuencia generalizada de la población por considerar que ese proceso de elección democrática es el preámbulo de la globalización del país y la consecuente pérdida de la esencia de sus tradiciones, creencias y valores.
Pero, ¿qué era Bután antes? Para entenderlo, cito un fragmento del artículo de National Geographic, de la edición marzo 2008 dedicado a esta nación: “Por más de 1000 años, este pequeño reino- conocido entre los locales como Druk Yul, “la tierra del dragón del trueno”- ha sobrevivido en un aislamiento espléndido, un lugar del tamaño de Suiza enclavado en los pliegues montañosos entre dos gigantes: la India y China. Excluido del mundo exterior tanto por la geografía como por una decisión política deliberada, el país no tuvo caminos, ni electricidad, ni vehículos de motor, ni teléfonos, ni servicio postal hasta los años sesenta del siglo XX. Incluso en estos días, su hipnótico paisaje evoca un lugar que el tiempo olvidó: antiguos templo en lo alto de los riscos rodeados por la niebla; sagradas cimas inexploradas que se alzan sobre ríos y bosques prístinos; un chalet de madera en el que habita un monarca benevolente con una de sus cuatro esposas, todas hermanas. No es de extrañar que los visitantes no se resistan a decir que Bután es el último Shangri-la.”
Entonces, ¿qué pasa cuando una sociedad pacífica, aislada y profundamente conservadora de sus ideales, tradiciones y concepciones, se ve expuesta de repente a la música y estilo de 50 Cent y a la Federación Mundial de Lucha Libre?, ¿cómo medir las consecuencias de la globalización en una sociedad que tuvo acceso a la televisión y al Internet hasta 1999?, ¿se logrará la comunión entre la tradición y la modernidad? Hasta ahora, es muy prematuro hacer un análisis concreto, pero algunas manifestaciones ya son observables. Cada vez es más posible saber de Bután en nuestros días, tenemos acceso a la información del país por Internet y CNN brindó una pequeña cobertura al proceso de elección del parlamento butanés en marzo. National Geographic nos muestra que hasta los monjes budistas ya tienen acceso a un teléfono celular y que los jóvenes están adoptando las expresiones culturales de occidente como el hip-hop y las pandillas, que comienzan a incomodar a una sociedad basada en el pensamiento pacifista de Buda.
Namgyel Wangchuck sigue empleando una medida oficial creada por su padre Jigme Wangchuck en 1972, para tratar de contrarrestar los impactos que la globalización pueda ejercer en la sociedad butanesa: la Felicidad Nacional Bruta (FNB). La FNB proporciona una manera menos materialista de medir el éxito que el Producto Nacional Bruto. En Bután, la búsqueda y la obtención de la felicidad en sus habitantes, son asunto de Estado. Pero, ¿será esta medida la solución a los problemas que plantee la globalización? Mientras llega nuestra respuesta, veamos que sucede en Bután, el experimento cultural, social, político y económico más significativo del nuevo siglo.

1 comentario:

Roxana Martel dijo...

Gracias por compartirnos tus reflexiones, César. Nos invitas a mirar más allá del mundo conocido. Desde luego yo quedo absolutamente intrigada de lo que pasaá con Bután.

Por lo que cuentas y, salvando las distancias porque estamos en un momento bien complicado, me recuerda el acelerado proceso de modernización al que se vio sometido Japón cuando el mismo emperador abrió ese milenario imperio y cultura a cambios igual de significativos en el siglo XIX.

Gracias de nuevo!