viernes, 27 de junio de 2008
miércoles, 25 de junio de 2008
lunes, 16 de junio de 2008
viernes, 13 de junio de 2008
El café es un grano aromático que proviene de una mata conocida como cafeto. El origen de su nombre proviene probablemente de dos posibilidades: la palabra árabe "kaua", de donde se derivó la palabra en castellano "café". La otra posibilidad radica en la región de donde proviene el café, en las postrimerías de la ciudad de Kaffa, Etiopía.
A través de la historia, el café ha forjado las coyunturas de muchas naciones en el globo terráqueo, una planta en torno a la cual se han construído economías de base agroexportadora. En el caso de El Salvador, el café posibilitó la irrupción de nuestra economía en el panorama mundial. Durante la década de los cincuenta, los ingresos por café en nuestra economía posibilitaron un desarrollo en infraestructura como las presas hidroeléctricas Cerrón Grande y 15 de septiembre. Hacia 1968, éramos el tercer productor a nivel mundial del "grano de oro" y figurabamos como una economía "estable".
Sin embargo, los indicadores eran nada más para los grandes caficultores y los dueños del capital. Paralelamente, en nuestra sociedad se dieron las violaciones más grandes contra la población trabajadora, se suprimieron a las comunidades indígenas (masacre de 1932), se expropiaron todas las tierras (reformas al régimen de tenencia de la tierra) y se propició el aparecimiento de nuevos fenómenos como la migración masiva del campo a la ciudad, el surgimiento de zonas marginales en el área urbana y aumento del desempleo y la pobreza.
Luego de que todo este cúmulo de problemas sociales estallara, sobrevino la guerra civíl salvadoreña, el episodio más violento de la historia contemporánea del país. Durante la guerra, nuestra economía aún mantenía una base agroexportadora con ínfimos rastros de industrialización en la capital, industria que ante todo no era potenciada por el surgimiento de los impuestos de guerra y continuos sabotajes de la guerrilla, que concebían a este desarrollo como el símbolo más grande de expresión oligarca. Es aquí que el café comienza a desplomarse.
Ya finalizado el conflícto armado, nuestra economía, endeudada a gran escala, hace un intento por retomar al café como un motor económico. Sin embargo el panorama mundial había cambiado: los precios del café por el suelo, el modelo agroexportador era obsoleto y los grandes capitales habían pasado hacia una economía de servicios y bancaria. En la actualidad, el café ha quedado nada más como un recuerdo de una época en que nuestra economía "floreciente" figuraba en el panorama mundial, pero también rememora un poder autoritario que derivó en opresión, depreciación, conflícto armado y masacres hacia un pueblo entero. Hoy ya no es el café, entonces ¿qué es?
A través de la historia, el café ha forjado las coyunturas de muchas naciones en el globo terráqueo, una planta en torno a la cual se han construído economías de base agroexportadora. En el caso de El Salvador, el café posibilitó la irrupción de nuestra economía en el panorama mundial. Durante la década de los cincuenta, los ingresos por café en nuestra economía posibilitaron un desarrollo en infraestructura como las presas hidroeléctricas Cerrón Grande y 15 de septiembre. Hacia 1968, éramos el tercer productor a nivel mundial del "grano de oro" y figurabamos como una economía "estable".
Sin embargo, los indicadores eran nada más para los grandes caficultores y los dueños del capital. Paralelamente, en nuestra sociedad se dieron las violaciones más grandes contra la población trabajadora, se suprimieron a las comunidades indígenas (masacre de 1932), se expropiaron todas las tierras (reformas al régimen de tenencia de la tierra) y se propició el aparecimiento de nuevos fenómenos como la migración masiva del campo a la ciudad, el surgimiento de zonas marginales en el área urbana y aumento del desempleo y la pobreza.
Luego de que todo este cúmulo de problemas sociales estallara, sobrevino la guerra civíl salvadoreña, el episodio más violento de la historia contemporánea del país. Durante la guerra, nuestra economía aún mantenía una base agroexportadora con ínfimos rastros de industrialización en la capital, industria que ante todo no era potenciada por el surgimiento de los impuestos de guerra y continuos sabotajes de la guerrilla, que concebían a este desarrollo como el símbolo más grande de expresión oligarca. Es aquí que el café comienza a desplomarse.
Ya finalizado el conflícto armado, nuestra economía, endeudada a gran escala, hace un intento por retomar al café como un motor económico. Sin embargo el panorama mundial había cambiado: los precios del café por el suelo, el modelo agroexportador era obsoleto y los grandes capitales habían pasado hacia una economía de servicios y bancaria. En la actualidad, el café ha quedado nada más como un recuerdo de una época en que nuestra economía "floreciente" figuraba en el panorama mundial, pero también rememora un poder autoritario que derivó en opresión, depreciación, conflícto armado y masacres hacia un pueblo entero. Hoy ya no es el café, entonces ¿qué es?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)